Como cualquier cultivo, la vid necesita ser cuidada a menudo, incluso con más esmero que otros cultivos. La fertilización influye directamente en el crecimiento vegetativo de las plantas, principalmente a través del nitrógeno, y en la correcta formación de flores y frutos gracias al fósforo y el potasio. Por supuesto, tenemos los microelementos, que están presentes en menor porcentaje que los anteriores, pero que juegan un papel muy importante para la vid.
El paso inicial para una correcta fertilización es el análisis del suelo y/o foliar, mediante el cual se define la cantidad de producto nutritivo a utilizar.
La fertilización puede dividirse en tres grandes macrocategorías: la fertilización de fondo o previa a la plantación, la fertilización de cría y la fertilización de producción.
Conociendo las condiciones del suelo o de las plantas tras el análisis, es necesario adoptar un plan de fertilización que permita el correcto suministro de nutrientes en los momentos adecuados del año.
No obstante, hay que tener en cuenta que existe una diferencia entre la fertilización mineral y la orgánica. La primera se lleva a cabo para mejorar las condiciones del suelo y de las plantas, aumentando el contenido de determinados elementos. La fertilización orgánica se utiliza para mejorar las características del suelo variando su composición química, biológica y física. Por ejemplo, el aporte óptimo de potasio confiere al vino una estructura generalmente sostenida, notas afrutadas y especiadas, componentes fenólicos e intensidad de color; se ha demostrado que las plantas no fertilizadas o con excesiva fertilización nitrogenada producen vinos pobres en estas notas, desequilibrados y sin armonía (Quality Wine, Kali y Porro, 2009).
Fertilización de fondo
Se trata de un abono imprescindible para el correcto crecimiento de los plantones de vid recién plantados o de los esquejes enraizados.
Hay que hacer una excavación profunda (si el suelo aún no cuenta con viñas) a una profundidad de aproximadamente 1 m.
Con esta fertilización, se introducen en el suelo elementos que difícilmente llegarían a las partes profundas del mismo, en especial el fósforo y el potasio, que son adsorbidos y retenidos en formas difícilmente asimilables por las plantas. Estos, al ser introducidos, forman enlaces químicos que permiten su lenta liberación en el suelo.
Evite distribuir los elementos a demasiada profundidad, ya que crearían un entorno asfíctico que reduciría el desarrollo de las raíces.
Tanto los abonos orgánicos, como el estiércol y los abonos minerales complejos o simples deben distribuirse en la excavación. Se evaluará en función de los análisis realizados.
A modo de ejemplo, se dan valores de referencia para la fecundación de fondo. Se aplicarán aproximadamente 400-700 q de estiércol, 1-2,7 t/ha de superfosfato simple, 1-1,5 t/ha de sulfato de potasio (Nutrición de la vid, Veneto Agricoltura, 2004).
Fertilización de crecimiento
Esta intervención es esencial para el correcto crecimiento de las plantas en la fase de formación. Debe realizarse a partir del segundo año con abonos principalmente nitrogenados que permitan centrar la atención en el crecimiento vegetativo de las plantas.
Puede llevarse a cabo con aproximadamente 20-50 unidades de nitrógeno en el segundo año y 100-150 unidades de nitrógeno en el tercer año.
Fertilización de la producción
En los años siguientes al inicio de la producción, habrá que vigilar los distintos elementos, prestando siempre atención tanto a los aportes como, sobre todo, a la eliminación de elementos mediante la poda y la recogida de frutos.
En general, es bueno suministrar nitrógeno anualmente en tres aplicaciones, a finales de otoño, principios y mediados de primavera, o en dos aplicaciones después de la primavera. Se pueden aplicar entre 25 y 100 unidades de nitrógeno en función de las extracciones.
En cuanto a los demás elementos: el potasio, el fósforo y el magnesio serán los principales elementos a tener en cuenta. El primero puede ser deficitario en ciertos tipos de suelo y habrá que vigilarlo cuidadosamente, siendo aconsejable concentrar las aplicaciones a finales de otoño en suelos arcillosos y de textura media. El magnesio puede suministrarse principalmente en primavera-verano mediante pulverización foliar con sulfato de magnesio.
Por último, los oligoelementos pueden suministrarse con una fertilización foliar al inicio de los síntomas de carencia o tras un análisis foliar.