IoT significa Internet de las cosas y es un sistema de objetos interconectados. Estos objetos físicos utilizan sensores y API (interfaz de programación de aplicaciones) para conectarse e intercambiar datos a través de Internet.
Una nueva frontera de la tecnología en la agricultura que ya se utiliza desde hace varios años en otros sectores.
Hoy en día, IoT se está extendiendo cada vez más junto con otras tecnologías que pueden utilizarse en la agricultura. Según un estudio del Observatorio Smart Agrifood del Politécnico de Milán, sobre la base de 745 soluciones analizadas, las que actualmente habilitan y están más extendidas son Big data y analítica con un 71%, plataformas de software con un 59%, seguidas de IoT con un 58%, un 35% más que en 2020 y un 4% más que el año pasado, dispositivos de nueva generación con un 46%, movilidad y geolocalización con un 36% y vehículos y equipos conectados con un 25%. Las TIC y la nube, con un 20%, y la IA y el aprendizaje automático, con un 10%.
Como puede verse, el IoT ha cobrado cada vez más interés dentro del panorama de la Agricultura 4.0.
Entre los primeros sistemas IoT en agricultura que se desarrollaron en la década de 1990 se encontraban las imágenes por satélite de alta resolución, utilizadas para controlar la vegetación. Estas pasaron a formar parte de los primeros sistemas de agricultura de precisión en la década del 2000, probados principalmente en viñedos. Desde principios de esta década ha crecido el interés de los distintos sectores agrícolas y agroalimentarios por el uso de objetos inteligentes capaces de intercambiar información y mejorar la eficiencia empresarial, la Agricultura 4.0 tiene varios sinónimos y uno de los más utilizados es el de smart farming o cultivo inteligente.
Los objetos que pueden formar parte de la red IoT son innumerables y muchos ya se han mencionado en artículos anteriores.
Aquí se enumerarán algunos para dar una idea general del potencial de esta tecnología.
En realidad, el IoT no es sólo una tecnología, sino una red que permite el uso de varias tecnologías. Los sensores son la base de la recogida de datos sobre el terreno y quizá sean los más inteligentes de todos. Los sensores son capaces de registrar datos de todo tipo, desde datos climáticos a radiación solar, desde el contenido de agua del suelo a la evapotranspiración de las plantas.
Los sensores se colocan en el interior de diversas máquinas, funcionales para la protección de los propios sensores y la posibilidad de combinar varios sensores en un mismo contenedor. Pueden ser estaciones meteorológicas, tractores y otra maquinaria, drones, robots y satélites; éstos representan el hardware, es decir, el recopilador de datos. Los datos recogidos por los sensores se envían a otro objeto de la red, el software. No se trata de un objeto físico, sino de un programa que utilizan los ordenadores (objeto físico) y que permite procesar los datos brutos que llegan de los sensores. De este modo, los datos se procesan para facilitar su lectura simplificando los propios datos y calculando determinadas fórmulas útiles para aumentar la eficacia de las operaciones agrícolas.
Un ejemplo son los SSD (sistemas de ayuda a la toma de decisiones) de Elaisian, que pueden prevenir enfermedades en olivares, viñedos y almendros y proporcionar ayuda continua a la toma de decisiones en las operaciones de campo. El servicio se basa en SSD relacionados con la gestión de plagas y SSD relacionados con el seguimiento vegetativo e hídrico de los cultivos.
Los datos se recogen de una estación meteorológica en el campo y los procesa el equipo de Elaisian para proporcionarle información sencilla para el seguimiento de patógenos y cultivos, lo que permite reducir los tratamientos fitosanitarios y optimizar la fertilización y el riego.