El olivo es una planta típica de la zona mediterránea. En esta zona coexisten diferentes zonas climáticas, pero las más favorables para el olivo son las temperaturas suaves y constantes que no bajan de 5 °C, obviamente también depende del cultivar y de ciertas condiciones microclimáticas.
El olivo sufre durante las heladas, sobre todo las de finales de primavera, que pueden comprometer la producción del año.
Nutrición
Como sabemos, uno de los elementos más importantes en el crecimiento de las plantas es la fertilización. Esta debe optimizarse y calcularse ad hoc para evitar tener excesos o carencias de nutrientes.
Durante el invierno se pueden realizar análisis del suelo, tratando de obtener muestras de diferentes puntos del campo mediante técnicas de ensayo específicas. Además, existen otras técnicas, mediante análisis foliares y mediante el cálculo de las extracciones por cosecha y poda. Haciendo posible definir los aportes necesarios por cada elemento.
A lo largo del año, la fertilización se realizará en distintos periodos en función de los elementos que se deban aportar. En primavera, sólo se distribuye nitrógeno, que las plantas asimilan rápidamente y es necesario para un crecimiento vegetativo adecuado.
Se puede distribuir en una sola intervención en diferentes periodos: una solución puede ser dividirlo en tres periodos: post-producción en otoño (limitando los aportes para evitar riesgos durante las heladas), en primavera en el despertar vegetativo/rebrote y en el endurecimiento de la almendra. También puede realizarse en dos operaciones (2/3 a principios de primavera y 1/3 en el momento del endurecimiento del hueso).
Por término medio, 1 tonelada de aceitunas elimina unos 900 g de nitrógeno, 200 g de fósforo y 1000 g de potasio.
Poda
Desde la fase de reposo hasta principios de la primavera, se puede llevar a cabo la poda. Antiguamente, se utilizaban técnicas que aumentaban la alternancia de la producción, ya que se realizaban en años alternos y de forma muy intensiva. Hoy en día, la tendencia es podar anualmente realizando menos cortes. Esto ha permitido regularizar la producción y también aumentar la calidad de la propia fruta.
Despertar primaveral
Los ritmos naturales son esenciales tras la producción anual y con la llegada de los primeros fríos invernales, el olivo entra en reposo. Pero ¿qué significa esto?
En realidad, las funciones vitales siguen activas, pero es como si se pusieran en pausa y la planta entrara en el llamado reposo vegetativo. Un poco como un oso que entra en hibernación, reduce el consumo al mínimo para mantener mejor las reservas internas de nutrientes y reducir el gasto energético, pero, una vez pasado el frío, se despierta y vuelve a reactivar aquellas funciones necesarias para una correcta vitalidad y crecimiento.
Y así es como el olivo consume sus reservas de energía, presentes en la savia, para reactivar la vegetación.
A medida que suben las temperaturas, se forman nuevas hojas y las yemas aumentan de volumen hasta dar lugar a los brotes que formarán la producción del año. De hecho, a partir de estos brotes se originan las mignules, es decir, las ramas floridas que se desarrollarán a lo largo del mes de abril.
Patógenos
En la estación primaveral, con la subida de las temperaturas y la presencia de humedad en la planta, se forman las primeras generaciones de hongos patógenos (como el repilo y la lepra), que crean los primeros brotes que pasarán a infectar la planta en los meses siguientes. De hecho, para los hongos, la primavera es el periodo de mayor actividad y virulencia.
En cuanto a los principales insectos, tenemos la mosca, que produce las primeras generaciones que, una vez adultas formarán las generaciones nocivas para las drupas. El segundo agente patógeno importante es la polilla, que, durante la primavera, produce la primera generación llamada «antófaga», es decir, que se alimenta de flores. Ésta no es demasiado dañina para el olivo.